Partida Rol por web

Levanté una ceja cuando dijo aquello de que cuidara a su señor noble, pues aunque a mí manera, eso era lo que había estado haciendo, tratando de encontrar no sólo al que necesitaba encontrar para vengar a mi hermano, sino de llegar a la raiz de nuestros problemas en aquel lugar, que más bien venía a ser el que quisieran deshacerse de nosotros más que el hecho de que allí pronto no iban a quedar vivas ni las cucarachas.

- Tranquilo. Lo haré y aún puedes invitarme a comer, aunque igual tengo que sentarte a la mesa yo...

Sonreí de manera tranquila, cosa que no solía hacer muy a menudo. Sobretodo eso de sonreír pero ya había saciado mis instintos agresivos aquel día y ahora estaba bastante relajada. Era curioso pero era una buena forma de sentirse mejor, aunque notar como el pelo se te apelmaza en la cabeza por la sangre que has derramado sea un verdadero coñazo.

—No ha hecho falta mucho tiempo para que nuestro cuello tenga precio —contesto a Elena con algo de fastidio— ¿A quién buscas aquí para dar muerte? Si es de la zona podría conocerle.

Durante el camino con Rodrigo como carga intento hacer memoria para recordar dónde se encuentra exactamente la Cruz del Gitano. Estoy convencido de que antaño lo supe y busco con esmero en mi mente.

—Creo que podré llevaros a la Cruz —digo finalmente al noble—. Si mi memoria no me falla se trata del cruce de caminos que hay a las afueras.

Me despido de Rodrigo con un gesto al llegar ante la puerta del médico. Espero que no vengan a buscarle aquí durante la noche.

Llevamos a Rodrigo hasta el médico local. Me sentía deshauciada de no poder haber hecho más para que se curara del todo, en verdad lo había sanado muy poco. Para colmo el otro hombre se había muerto en mis brazos y todo ello sumaba peso a mi corazón.

Escuchaba mientras la conversación y el tema de la Cruz, era todo muy intrigante. Este pueblo lo era. Fue cuando abrieron la puerta y preguntaron qué necesitábamos que esperé a que Don Iñigo terminara de hablar para explicar un poco la gravedad de las heridas de mi compañero.

Desde el punto de vista médico, al menos podía proporcionar datos para que se lo tratase mejor de acuerdo a su dolencia.

No había mucho más que hacer, al menos por lo pronto.

Las indicaciones para tratar mejor a Rodrigo sirvieron de algo, eso esperaba. Por ahora a mí solo me tocaba seguir a los compañeros en ésta búsqueda. No tenía más información que compartir. Así que continué junto a ellos hasta que retornamos a lo mismo de siempre, que en este pueblo hay algo extraño y que puede ser supernatural. Eso mi mente de casi doctora era algo que no podía o quería comprender, pero dado todo lo que había pasado... nada, no era nada descartable.

-¿Qué haremos desde aquí, Señor?

Le pregunto al Hidalgo. Ir al castillo no era seguro, quedarse en las calles tampoco. No tenía idea de qué podría ser útil en este momento.

Me quedé pensando unos instantes, pues podría ser que en el fondo no fuera la misma persona, pero a estas alturas ya me daba igual, quería cazarle tanto a él como al que pagaba por mi cabeza y clavar la suya en una pica en mitad de la plaza, para que todo el mundo pudiera ver lo que le había pasado por listo.

- El hombre al que busco se llama Alfredo " El halcón ", de esos quienes no se despeinan porque siempre ordenan a otros que hagan las cosas. No es muy grande, pelo oscuro y ojos azules. Sabe usar la espada. De esos que cuando ves sonreír te dan ganas de partirle los dientes.

Me parecía que aquella descripción era la mejor que podía dar, aunque estaba claro que nunca me iba a olvidar de él hasta que le diera caza como si fuera una liebre.

—He escuchado rumores sobre su persona —contesto a Elena—. Mala calaña sin duda.

Saciada mi curiosidad, evito inmiscuirme más en sus asuntos personales. Buenas razones tendrá ella para querer acabar con ese tipo, y yo, por supuesto, no voy a echarlo de menos. Mientras que no acabemos los demás metidos en el medio de ese asunto, bien está.

—Es evidente que no podemos volver al castillo —digo solemnemente—, y aunque estemos cubiertos de fatiga, que yo por lo menos lo estoy, pienso que debemos tratar de llegar al meollo. Si al señor le place, como ya dije, creo que seré capaz de guiaros hasta la Cruz del Gitano, en tanto que nos explica que ocurre en ese lugar.

—Uhm... —Mascullo mientras pienso en la situación—. ¿Tal vez el hombre al que busca Elena esté relacionado con todo esto? ¿Puede que sean los designios del Señor los que nos han hecho llegar hasta aquí? —Era posible, pero no podía estar seguro. No obstante, había una cosa de la que estaba seguro.

—Vuestro primo, antes de morir, me reveló el lugar al que debemos ir. Así que, Martín, si vos sabéis llegar a la Cruz del Gitano, creo que es el mejor momento para ir. De momento, aquí no estamos seguros. Si hay algo que se escape de nuestro conocimiento, lo encontraremos allí —digo al alguacil. Después, casi pensando en voz alta, digo—. Aunque no tengo esperanzas en que algo oculto esté pasando aquí, es nuestra única baza.

No fue tan difícil eso de subir y pasar al otro lado, aunque yo ya había pensado otra forma de subir, pero para cuando quise darme cuenta ya estaban subiendo todos y no iba a decirles que se bajaran para hacer otra cosa así que simplemente subí tras ellos para que terminar en el otro lado.

Hasta ahí, todo perfecto, aunque pronto se jodió pues debidos de toparnos con el único guardia de aquel lugar que no estaba haciendo el vago.

- No hagas estupideces hombre. En cuando dispares un virote y vuelvas a recargar no estaremos aquí y como nos duela, vendremos y te haremos comer la ballesta.

Hice señas con la mano para que los demás se movieran, aunque sabía que aquel virote pasaría a saludarme a mí...

Bajamos sin que nadie se rompiera una pierna. Eso estaba bueno. Cuando toqué tierra iba a respirar aliviada pero escucho una voz. Es un guardia o eso nos da a entender que quiere que nos entreguemos o algo así. Elena nos hace señas de que nos movamos mientras le "explica" al hombre que sería un error de su parte el atacarnos.

Dado que de todos modos soy un desastre peleando, intento escabullirme, haciendo caso de las palabras de la guerrera, para salir del campo de visión del susodicho.

"En este pueblo mucho guardia, mucho guardia, pero necesitarían más médicos..."

Pienso, mientras intento hacerme a un lado sin ser vista.

Si alguien me hubiera preguntado en aquel momento cómo me había librado de aquel virote, seguro que me quedaba con menos palabras que de costumbre, pero por suerte, en aquella situación lo mejor era salir corriendo antes de que quisieran convertirnos en un alfiletero.

- Pienso arrancarle los dos brazos!! - Murmuré mientras corría en la dirección que seguía el grupo, intentando ganar el terreno que había perdido al pararme un poco más que el resto.

No tenía ni idea de hacia dónde nos dirigíamos o a qué, pero allí que iba a ir yo también. Viendo todo lo que había pasado podría imaginarme ver cualquier cosa, incluso la más insospechada o repulsiva.

Dejé pasar adelante mío a Martín y al Señor Hidalgo porque parecían tener idea de a dónde ir. Por suerte Elena también se puso a correr tras nuestro.

El guardia dio igual su voz de alarma, pero así y todo no nos había visto. No sabía cuántos éramos y, si todo salía bien, tampoco hacia dónde nos dirigíamos. Siento el disparo de ballestas en el aire. Virotes volando alrededor. Ninguno nos acierta pero este pueblo es una cosa de locos.

"¿Adónde se supone que vamos? Bien, tranquila Constanza, confía en tu grupo".

"No es posible que estas cosas pasen. Estuve toda mi vida, bueno... todo lo que tengo de ella que tampoco es tanto, buscando el origen humano de las cosas y ahora todo nuevamente tiene una aura rara: entre demoníaca y sobrenatural. No, nada que ver con la medicina, y heme aquí... intentando entender todo esto."

Por ahora solo podía pensar sobre lo que acontecía, no me sentía muy útil. Entre las antorchas que venían de lejos y esa cruz.

"Ay Dios mío... es mejor que realmente nos apuremos".

Seguí a Martín que seguramente obedecería las palabras del Hidalgo.

Caminar por aquel lugar era difícil, sobretodo, porque casi tenías que estar más atento para no acabar con los morros en el suelo que para cualquier otra cosa, así que si normalmente ya estaba callada, en aquel momento más, pues bastante tenía con no acabar con todos los huesos sobre el suelo y encima, tratar de permanecer atenta a lo que nos rodeaba.

Ellos sabían a dónde íbamos y a lo que íbamos y yo, simplemente trataba de ser útil a mi manera, es decir, asegurándome de localizar cualquier peligro a nuestro paso antes de que el peligro nos localizara a nosotros, aunque estaba claro, que como nos volviera a salir un perro gigante que se mete dentro de las cabezas tenía todas las de perder...

Era mejor no decir en alto mis temores, cada uno tendría su propia procesión por dentro.

A pesar de que estaba convencida de que aquellos guardias eran unos ineptos totales para cualquier cosa que fuera pelear, venían demasiados detrás nuestra, al menos, demasiados sino para cogernos, si para que alguno de nosotros saliera herido y eso ya no resultaba tan divertido.

Eso sí, cuando vi que se iban por el camino principal se me dibujó una sonrisa en los labios.

- Por ahí por ahí...!!

De todas maneras no dije nada y cuando llegamos a aquella encrucijada simplemente observé a mis compañeros desde mi silencio habitual.

- Espero que no nos perdamos. La noche no ayuda mucho y en este suelo se me siguen pegando al botas al moverme... no es un bien sitio para pelear...

Seguí al resto, mirando de tanto en tanto hacia atrás. Parece que se fueron por otro camino, esos con muchas antorchas y cara de pocos amigos. Buena suerte para nosotros.

Entonces llegamos a esa Cruz, ¿se supone que allí fue dónde enterraron al origen de nuestros males? Al menos algo así me había dicho el cura del pueblo. 

"No, no... no sé si es aquí. Solo sé que debemos encontrar la tumba de esa mujer, podría ser ésta, pero Martín sabe más de ello. Déjalo Constanza, deja que él nos guíe."

Así que nuevamente simplemente seguí a los demás. No había mucho más que hacer más que estar alerta y ser sigilosa.

—Así es, Martín. Estad atentos a los árboles, aunque me veo en la obligación de confesar de que para mí todos son iguales. Continuemos la marcha, no quiero que nos encuentren... Al menos, no sin ver que está sucediendo. Mucho me cuesta creer que esto sea algo sobrenatural y no algo que me la mente pueda explicar.

-¿Alguien vio unos ojos amarillos? -pregunté, tan asustada que me salió una voz muy poco masculina pero me tapé la boca antes de pegar un gritito. Entonces Don Hidalgo habló de que éste parecía ser el lugar que estábamos buscando. Eso me alegraría pero no con esa cosa que vi entre los árboles.

"¿Qué era? Será un lobo... sí, debe ser un lobo. Quizás con la luz de la luna me ha parecido ver sus ojos de ese color pero nada que temer..."

-Os ayudo a buscar -comenté con, ahora sí, mi muy practicada voz de varón.

Sentí el aullido y paré de buscar. Aparte que ya habían descubierto el sitio me parecía. Entonces retrocedí unos pasos y me coloqué al lado de Elena.

-E..Eee...Ese ruido parece de algo grande...

Dije, entrecortadamente. Tomé mi daga y la sostuve en una mano, mirando alrededor, a todos mis compañeros. Seguramente todos lo habían oído.

Pero entonces ví moverse los arbustos y escuché gruñir a esa cosas.

-Díganme que no es algo demoníaco y solo un lobo, ¿sí?

Había visitado muchos lugares que ponían los pelos de punta, incluso para alguien que mantenía la misma expresión que yo, una de esas con las que parece que nada te afecta. Había visto cadáveres que hubieran hecho vomitar a más de uno por no detallarlo de una manera más exacta, pero jamás, había estado en un lugar en el que ni siquiera parecía querer pasar el viento.

No me gustaba la zona, no me gustaba la tranquilidad y no me gustaba aquel pueblo.

Pietro fue quién más expresó su nerviosismo, compartido por todos seguramente, aunque por mi parte con levantar la cabeza y estar más alerta me daba por satisfecha.

¿ Habíamos venido a cavar por la noche en el bosque? ¿ Para eso me había jugado el culo delante de una ballesta? Debía de ser una broma de mal gusto.

A modo de precaución, saco la espada, y me pongo a mirar a mi alrededor. Hablar y hacer ruido en este momento creo que no es muy buena idea.

Al ver que no veo de donde puede venir el ruido del animal que nos acecha, hago un gesto con la cabeza, para indicar que nos juntemos todos, espalda contra espalda.

La lucha parecerá inevitable...